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Desde lo íntimo de cada partícula oigo decir: “Amigo”, “Amigo”.

No mires la partícula. ¿Quién puede ser sino Él? Es Él, es Él.


El canturreo de la inteligencia y el canturreo del amor vienen de un mismo aliento,

la inteligencia, absorta en las palabras; el amor, enloquecido por el rapto.


En vano se hizo infame en la ciudad el pobre enamorado.

El Amado le busca en el mercado del amor.


La senda que conduce a la Verdad es sólo una. “¿Por qué tantos desvíos?”, 

le pregunté al anciano, y él me contestó: “Porque se van detrás del color y el olor”.


Busca los ojos que ven a la Verdad, para que también tú veas su rostro.

Los pies de la pasión vagan, a cada instante, por otro espacio, en otra vecindad.


El mar se hace visible y toma el nombre de la ola y el nombre de la espuma.

La gota, el río y el mar son expresiones de la misma agua.


El que es Aliento de la Vida “da luz”, pide en prenda sus ojos

para que puedas ver cómo se manifiesta, deslumbrante, en cada dirección.

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