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Aunque soy joven, me preguntas por qué he envejecido:
vi la esbeltez de Su figura y caí abatido.
¡Oh vosotros, los doctos! ¡Albricias! La locura rebasó todo límite,
una vez más me sumergí en mí mismo, igual que una cadena.
Al ver el recorrido de las setenta y dos naciones,
abandoné todo razonamiento y me entregué a la providencia.
En este abatimiento estoy feliz; Tú sabes
que con tu talismán caí cautivo de tu hechizo.
Este sueño del mundo no tenía sentido
y se alejó de mi recuerdo, no tengo ya necesidad de interpretarlo.
Tú sigues siendo el mismo que al principio,
mientras yo soy un signo que se define en tu nobleza.
Oh Nurbakhsh, ¿por qué pecas hablando de ti mismo?
No es culpa mía si cometo este error.
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