Anhelantes del rostro de la bella Copera están mis ojos lánguidos,
ya no busco su copa ni su vino.
Rota mi copa, y ebrio de su pura Belleza,
ya no deseo otro cáliz ni pierdo mi sosiego.
Ya no quiero la unión o la separación, ni sé de medicina ni de cura,
porque no queda voluntad alguna en mi libre albedrío.
¿Qué me dices de fe o de infidelidad? Estoy mucho más lejos.
¿Por qué quieres saber acerca de mi estado? Yo me he apartado de mí mismo.
No tomaré el camino de la rosaleda, pues yo ya no distingo entre flores y espinas.
De ambos mundos mis ojos se apartaron.
De toda huella y nombre me libré, salí de las costumbres de la gente
y nada tengo ya que ver con nadie.
Si algo ha dicho Nurbakhsh de la Unidad con las palabras de la dualidad,
avergonzado estoy de esa jactancia.