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No busquéis rastro alguno de nosotros,
pues nuestro rastro es el no-rastro.
En la vecindad de su amor, fuimos cautivos
algún tiempo en el tiempo del no-tiempo.
Durante muchos años apuramos el vino en compañía del Amigo,
a solas, en el lugar del no-lugar.
Siendo el silencio el fin de la palabra,
escucha de la lengua del que no tiene lengua:
“¡Levántate! No te quedes en medio.
Para que entre en tu casa el que es Aliento de la Vida”.
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